ABC La semilla


La semilla es el resultado de la transformación del óvulo fecundado durante la polinización. Está formada por un embrión rodeado de una reserva nutritiva y protegido por una envoltura llamada tegumento. El tamaño de la reserva nutritiva varía dependiendo de cada especie.
Las semillas pueden tener todo tipo de apariencias, formas, tamaños, colores y texturas, dependiendo de la planta a la que pertenecen.
De estas semillas nacerán plantas bellas y vigorosas que a su vez producirán nuevas semillas, perpetuando así el ciclo de la vida.
Las semillas serán diseminadas por aquí y por allá, a una distancia más o menos lejana de la planta madre. Dependiendo de las especies y las oportunidades que tengan, las semillas pueden caer al pie de la planta o viajar lejos, ya sea por el aire o enganchándose al pelaje de algún animal que esté de paso, siendo su objetivo propagarse lo más posible. El viento, el agua, los insectos, los pájaros u otros animales pueden ser los responsables involuntarios de esa propagación.
Las semillas tienen una increíble capacidad de espera, a veces durante largo tiempo, hasta que las condiciones externas sean favorables para su desarrollo. Es lo que conocemos como dormancia o latencia. Las semillas saldrán de su estado de dormancia al recibir un determinado estímulo, que puede ser muy variado. Este fenómeno se conoce como el cese de la latencia. Así, hay algunas semillas que para poder germinar deben pasar primero por el sistema digestivo de un animal y recibir el efecto de sus enzimas digestivas. Otras son activadas por el efecto de la fermentación o por el frío y las heladas.
De esta manera, la agricultora o el agricultor a veces se verá obligado a imitar ciertos fenómenos naturales para terminar la latencia de una semilla.
Para la siembra es importante reunir todas las condiciones necesarias que permitirán la germinación de las semillas, como la cantidad de riego, la temperatura, la luz, la protección o la estación adecuada para la variedad elegida.
Las semillas tienen una duración de vida media que varía según la especie. Las semillas de la chirivía, por ejemplo, conservan sólo durante un año toda su capacidad de germinación. Las semillas de achicoria, por su parte, tienen una duración de 10 años. Una vez pasado este plazo, su viabilidad disminuye.
Para verificar la tasa de germinación de las semillas se puede realizar un test de germinación. Para ello se cuenta el número de semillas que se siembran y posteriormente el número de semillas que germinan. Se constatará que las semillas más viejas tienen una menor capacidad de germinación.
La capacidad de germinación de las semillas también se ve influenciada por las condiciones de secado y conservación. Para empezar, las semillas deberán secarse completamente. Luego deberán conservarse en un ambiente seco y frío, con poca luz y poca variación de temperatura. Un ambiente húmedo y caluroso alterará la calidad de las semillas.
También será necesario protegerlas de los pequeños insectos que las roen. Algunos de ellos pueden ser eliminados fácilmente, dejando las semillas durante algunos días en el congelador. Éste también puede ser un buen método de conservación. Todas las semillas resisten temperaturas glaciales de hasta -18° Celsius en bolsas herméticas, lo cual permite prolongar su duración.
Pero, atención: para mantener la vitalidad de las variedades es necesario cultivar regularmente las semillas. De esta manera se adaptarán a las condiciones ambientales y climáticas en constante evolución.

La semilla es el resultado de la transformación del óvulo fecundado durante la polinización. Está formada por un embrión rodeado de una reserva nutritiva y protegido por una envoltura llamada tegumento. El tamaño de la reserva nutritiva varía dependiendo de cada especie.
Las semillas pueden tener todo tipo de apariencias, formas, tamaños, colores y texturas, dependiendo de la planta a la que pertenecen.
De estas semillas nacerán plantas bellas y vigorosas que a su vez producirán nuevas semillas, perpetuando así el ciclo de la vida.
Las semillas serán diseminadas por aquí y por allá, a una distancia más o menos lejana de la planta madre. Dependiendo de las especies y las oportunidades que tengan, las semillas pueden caer al pie de la planta o viajar lejos, ya sea por el aire o enganchándose al pelaje de algún animal que esté de paso, siendo su objetivo propagarse lo más posible. El viento, el agua, los insectos, los pájaros u otros animales pueden ser los responsables involuntarios de esa propagación.
Las semillas tienen una increíble capacidad de espera, a veces durante largo tiempo, hasta que las condiciones externas sean favorables para su desarrollo. Es lo que conocemos como dormancia o latencia. Las semillas saldrán de su estado de dormancia al recibir un determinado estímulo, que puede ser muy variado. Este fenómeno se conoce como el cese de la latencia. Así, hay algunas semillas que para poder germinar deben pasar primero por el sistema digestivo de un animal y recibir el efecto de sus enzimas digestivas. Otras son activadas por el efecto de la fermentación o por el frío y las heladas.
De esta manera, la agricultora o el agricultor a veces se verá obligado a imitar ciertos fenómenos naturales para terminar la latencia de una semilla.
Para la siembra es importante reunir todas las condiciones necesarias que permitirán la germinación de las semillas, como la cantidad de riego, la temperatura, la luz, la protección o la estación adecuada para la variedad elegida.
Las semillas tienen una duración de vida media que varía según la especie. Las semillas de la chirivía, por ejemplo, conservan sólo durante un año toda su capacidad de germinación. Las semillas de achicoria, por su parte, tienen una duración de 10 años. Una vez pasado este plazo, su viabilidad disminuye.
Para verificar la tasa de germinación de las semillas se puede realizar un test de germinación. Para ello se cuenta el número de semillas que se siembran y posteriormente el número de semillas que germinan. Se constatará que las semillas más viejas tienen una menor capacidad de germinación.
La capacidad de germinación de las semillas también se ve influenciada por las condiciones de secado y conservación. Para empezar, las semillas deberán secarse completamente. Luego deberán conservarse en un ambiente seco y frío, con poca luz y poca variación de temperatura. Un ambiente húmedo y caluroso alterará la calidad de las semillas.
También será necesario protegerlas de los pequeños insectos que las roen. Algunos de ellos pueden ser eliminados fácilmente, dejando las semillas durante algunos días en el congelador. Éste también puede ser un buen método de conservación. Todas las semillas resisten temperaturas glaciales de hasta -18° Celsius en bolsas herméticas, lo cual permite prolongar su duración.
Pero, atención: para mantener la vitalidad de las variedades es necesario cultivar regularmente las semillas. De esta manera se adaptarán a las condiciones ambientales y climáticas en constante evolución.

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